''No volveran los hombres a ser puestos en lugar de las cosas''
- El Ko Juan
- 23 ene 2015
- 4 Min. de lectura

Hay letras extrañas que atrapan, letras que son complicadas de explicar, que dejan la boca abierta, letras que, siendo negro/a, hacen sonrojar. ‘’No volverán los hombres a ser puestos en lugar de las cosas’’, podría ser la frase que describiera una pieza literaria que en su complejidad y la divinidad en la que se encuentra envuelto Saramago es como el jugo tamarindo al calor cartagenero, conveniente y sublime.
Empecemos desde el jopo, o desde la Silla, en este caso: ‘’la silla empezó a caer, a venirse abajo, a inclinarse, pero no el rigor del término, a desatarse. En sentido estricto, desatar significa quitar las sujeciones’’. Cuando se piensa poseer un objeto, ¿se piensa en el espacio y tiempo del mismo? ¿Si es trascendental? ¿Si vive y muere como si respirara?, desde mi humanidad gritaría un rotundo ‘’NO’’ a las preguntas anteriormente señaladas. Pero, desde lo más profundo de las costas portuguesas, con un estilo preciso, Saramago profundiza en la existencia de algo que dice ser más que la madera, que humaniza, que alega tener razón y sentido de existencia, ante eso queda una pregunta generalizada: ¿realmente se tiene la razón y sentido de vida? O simplemente se es una persona que cruza esta vida que es un soplo como pregonaba el gran arquitecto brasilero Oscar Niemeyer, a modo de aclaración, no he estado ni cerca de la verdadera respuesta.
‘’A tintas, abrió la puerta para liberarse de la sofocación que le llegaba y, con ese movimiento, porque fuese a morir o porque el motor se había muerto, el cuerpo colgó hacía el lado izquierdo y se escurrió del coche’’. Dicen que en muchas ocasiones los escritores más humanistas primero dibujan su retrato en cada letra antes que cualquier otro, dicen que el Embargo, es simplemente la expropiación de la cosa, entendida como el objeto. Se cae en medio de la lluvia de la metrópolis craneada por Saramago, en medio del desespero y el drama de una ciudad desabastecida, sin gasolina, sin aire para sus objetos, sin alma. El pánico del personaje, siempre sin nombre, la sensación de haber perdido aún después de haber ganado, la increíble desgracia de sentir un agujero que succiona su deseo por vivir, otra pregunta surge, ¿qué deuda es tan grande, qué embargo es tan fuerte, qué tan significativo es esto?.
La pitica conduce a lo que causa la sensación anteriormente mencionada: Reflujo. ‘’En un principio, pues todo necesita un principio, incluso siendo ese principio aquel punto final que no se puede separar de él, y decir ‘’no puede’’ no es decir ‘’no quiere’’ o ‘’no debe’’, es el extremo no poder, porque si tal separación se pudiese, es sabido que todo el universo se desmoronaría, puesto que el universo es una construcción frágil que no aguantaría soluciones de continuidad, en un principio se abrieron cuatro caminos’’. Un viaje por las circundadas calles de un pueblo que desea más espacio para sus muertos que para sus vivos. En una paradoja de la vida y las ganas de recuperar lo que de alguna forma se ha perdido, lo que ya fluye en otras dimensiones. ‘’El pasado son solo historias que nos contamos a sí mismos’’, quizá en el pasado es donde están todos los miedos y más grandes aberraciones, quizá Saramago entendió que el deseo del hombre de ser inmortal y siempre tener tiempo y espacio es la representación de un cementerio.
El suspiro sigue rodando mientras sus Cosas se van quedando en el hilo del tiempo; ‘’La puerta, alta y pesada, al cerrarse, raspó el dorso de la mano derecha del funcionario y dejó un arañazo profundo, rojo, casi sin sangrar’’. ¿Qué pasaría si de repente en sus vidas, por poderes extraordinarios, sus elementos materiales desaparecen? ¿Si de repente su vida se torna confusa y entienden que esa realidad era un estado mental donde primaba lo material? ¿Cuán difícil se tornaría la vida? ¿Cuán esquizofrénica?. El abordaje es tan simple como la conclusión, el humano es solo un costal de carne y huesos sin sus objetos, sin sus corotos, sin sus Cosas.
Finalmente, nos encontramos con letras humanistas, de corte sentimental y casi poético-mítico, en donde un Centauro, es puesto en palabras desde ambos puntos de vista, con la cabeza de un hombre, pensante con indicios de sensaciones, razón y sentimientos pero con cuerpo y jopo de caballo. Cuando después aparece el Desquite a modo de contradicción, a modo de la abolición de la idealización del hombre y el animal al unísono, al mismo son.
Y, mientras estamos sentaos en la Silla, pensando en la vida, idealizando la copula, a veces con vientos de humo, a veces negros, a veces blancos, quizá sintamos la necesidad de Embargo, nos preguntamos por la realidad, nos responde la conciencia confundida sin saber de qué hablamos, quizá estamos soyados sintiendo el Reflujo de la confusión al encontrar muchas preguntas pero pocas respuestas. Miramos, de pronto, las Cosas, que ya no usamos, ahora nos usan. Ellas probablemente son el ser y nosotros el material que sigue idealizando su parte física desconociendo la espiritual, que en lo mítico se entierra y se piensa como un Centauro, queriendo razonar pero cabalgar, quizá hasta volar, sin que después el Desquite sea la muerte, y que esa muerte nos lleve a perder el cuerpo que moldeamos para impresionar otros cueros, cuando sin saberlo es simplemente para que se lo coma el viento.
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